EL BLOG SE PRESENTA...

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Al cumplir los cuarenta, mi creador comenzó a hacerse las típicas preguntas asociadas a aquella edad: «¿qué he hecho con mi vida hasta ahora?», «¿qué pienso hacer a partir de ahora con ella?». Esas cuestiones fueron el motor de un blog con un carácter más bien “autobiográfico”, una suerte de “registro de recuerdos” que pretendía anotar algunas de sus vivencias personales y su impacto en él. Sin embargo, aquellas primeras páginas se expresaban en función del autoconcepto y el estado de ánimo del autor. Si ambos eran bajos, el estilo de cada publicación traslucía ese sentir.
Con el tiempo, aquel proyecto acabó en vía muerta.
Dos años después, mi autor retomó aquel cuaderno de bitácora para reconstruirlo desde sus cimientos e intentar corregir sus defectos. ¡Y nací yo!
En mis inicios, fui un medio para satisfacer el deseo de compartir vivencias y reflexiones personales, así como textos y vídeos variados que gustaban a mi creador. Este navío quería traer a puerto todas aquellas mercancías que pudieran enriquecer a los que paseasen por sus páginas.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que soy todo eso y algo más. Si, sigo siendo el saco en el que se introducen todas aquellas vivencias, reflexiones, textos y videos que han enriquecido de una u otra manera a mi autor. Pero además, combinando palabras propias y prestadas, me estoy convirtiendo en el relato de un itinerario en el que mi creador describe su transformación. En mi se ha reunido todo aquello que ha formado parte (de alguna manera) de un proceso de ensanchamiento humano y espiritual, un proceso de evolución que aún continúa.

¡Bienvenidos!


domingo, 1 de noviembre de 2015

LA ENTRADA EN EL DESIERTO (2ª PARTE)

 
Entorno a las 15:30h, después de la siesta (que yo no pude hacer por estar deshaciendo mi equipaje), bajamos de nuevo a la capilla para el rezo de nona. Nuevamente me senté en el espacio reservado a los huéspedes. Después de acabado el rezo, cuando la capilla quedó vacía, el maestro de novicios se me acercó y me indicó el lugar que deberé ocupar junto a los monjes. Además me entregó los libros con los salmos y los himnos que emplearé para el rezo de las horas.
 
Después de dejar colocado todo en mi asiento, bajé al escritorio del noviciado para ocupar en él una mesa. Al monasterio he traído una Biblia y además unos libros que pretendía leer en los ratos libres que puedan quedarme. Sin embargo, el maestro de novicios me ha dejado otras cosas para estudiar. Debo reconocer que me ha contrariado un poco no poder utilizar lo que he traído. Son tres libros y un par de cuadernillos para el estudio de la Biblia que han ocupado un espacio en mi equipaje. De haberlo sabido, me hubiera ahorrado cargar con ellos; no obstante, lo he acabado aceptando. Supongo que esto también forma parte de la vida del monasterio: tener que hacer, a veces, cosas contra la propia apetencia o que nada tienen que ver con lo que habías proyectado. Pero, ¿por qué pensar que este es el único lugar donde tales situaciones suceden? La vida en el exterior también tiene sus pequeñas contrariedades que debes aceptar, por mucho que enoje el tener que hacerlo.
 
En el escritorio, organicé un poco mi mesa y luego pasé el resto de la tarde leyendo. La verdad es que este espacio no está mal. Es como la sala de lectura de una biblioteca, pero con vistas al huerto del monasterio. Ahora lo ocupamos cuatro personas: un novicio, el maestro de novicios, mi compañero de prueba y yo. El ambiente me vendrá bien para centrarme en la lectura, ya que cuando estoy solo, tiendo a dispersarme demasiado.
 
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Pasadas las 18:30h sonó el timbre que avisaba para vísperas. Vuelta a la capilla. Sin embargo, ahora ya ocupaba un lugar entre los monjes en el coro. Es una sensación extraña, ya que siempre me he sentado en la zona de los huéspedes. Aún me noto raro. La distancia entre el sitio que siempre he ocupado y el que ahora ocupo es, psicológicamente, más grande de lo que podría haber imaginado nunca. Antes yo estaba allí, y ahora estoy en este lado. La perspectiva se me hace extraña.
 
Tras la hora de vísperas, los monjes tienen un espacio de tiempo para la oración personal. Durante todo ese rato no paré de darle vueltas a la cabeza preguntándome: «¿qué demonios estoy haciendo yo aquí?». Al final terminaba concluyendo lo mismo: «a fin de cuentas, si no hago esta prueba, no sabré nunca en qué consiste este tipo de vida».
 
A las 19:30h pasadas, abandonamos la capilla y nos dirigimos de nuevo al refectorio. En las cenas hay plato único y fruta. Afortunadamente no estoy acostumbrado a cenar mucho por las noches. Luego de terminar, tuve que fregar mi plato ya que aquí cada uno se friega el suyo en la cena. Después me dediqué a dar vueltas por el claustro. Aún no sé muy bien qué hacer con estos espacios de tiempo muerto, puede que con el paso de los días vaya aprendiendo a rellenarlos.
 
A las 20:30h estábamos de nuevo en la capilla para el rezo de completas, la última oración comunitaria de la jornada. Después del canto de la Salve, recibimos la bendición del abad y nos fuimos a dormir.

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